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LA MATERNIDAD PERPETUA

julio 10, 2009

meternidad

 

Si hay alguien que pueda recoger en Jaén el relevo de Piturda es esa madre rota que recorre nuestras calles con una muñeca de plástico por hija. Ayer tarde la volví a ver con la niña sentada en la barandilla metálica que hay frente a la Diputación, junto a la parada de los taxis. Parecía enseñar la tarde a su bebé. Ilusionada, sonriente, cuando vio que la observaba me miró alegre con esa mirada miope pero de enorme expresividad. Parecía preguntarme

Lingarta, de madre a madre, no es un sol mi nena ??

Tu nena es un sol muchacha. Te lo digo ahora porque ayer no te lo dije. Tu nena es un sol y tú me pareces enternecedora aunque no te lo haya dicho nunca.

Hace tiempo que la veo, aparecida de pronto, en invierno y verano, empujando su carrito por la Avenida de Madrid arriba y abajo, en la Plaza de las Palmeras, en una parada de autobús, sentada, junto a El Corte Ingles, parada en Cubero, mirando un escaparate de ropitas, como las demás madres, con gesto de paciencia y espera, Como las demás madres, sin aparente cansancio, sin desmayo en su maternidad perpetua. Ni ella ni su bebé cambian, sólo sus ropas conforme a las estaciones, parecen siempre ellas mismas, como si fueran fruto de mi fantasía, como si las hubiera inventado, metáfora tonta de una visionaria. El carrito me pareció más nuevo quizá, más grande, diferente. Puede que fuera mi imaginación, quién sabe, o la luminosa tarde de ayer. De pronto, en cualquier semáforo, pasan encantadas de vivir en la ciudad, locas de contento, ilusionadas, personajes de cuento. Nunca la he visto enfadada, ni dirigirse a nadie, ni que nadie pareciera verla. Es como si yo sola la viera y como si ella fuera sola siempre. Bueno, ninguna mujer va sola si va con su bebé. Pero cuando cruzamos la mirada parecemos solas en medio de la calle.

Me pregunto a veces de dónde sale, con quién vivirá, si tendrá un libro escolar con una foto amarillenta, con coletas, si tendrá una historia hermosa, una alcoba propia, una cuna soleada, un misal con estampicas de la comunión, una balda con su ropa, un jaboncillo para la cara, un tarro con abalorios, un visillo con bodoque, un reloj de mentirijillas, una foto de sus padres cuando se casaron puesta en la pared, o de Marisol cuando era una niña con ojeras, o un vaso con monedas de cincuenta céntimos con un agujerito en medio… me pregunto cosas tontas, extravíos… Luego dejo de preguntarme porque las respuestas siempre serán más vulgares de lo que me sugiere su sola presencia.

Esa mujer de la que ignoro todo y a la que veo desde hace muchos años podría tomar el relevo silencioso y sonriente de Piturda.

También en mi corazón hay una loca que pasea un bebé con dos coletitas graciosas por donde va. También yo me siento una madre perpetua.